Aspecto Psicológico
Violencia
La adolescencia etapa de cambios, de desajustes transitorios de la conducta, de Inestabilidad emocional, cuando llegan a perturbar al entorno familiar o producen Daños a terceros, constituyen de por sí un desorden, no clasificado aún como una Patología específica sino que obedece a complejas situaciones. Existen factores familiares de riesgo que inciden en la salud durante la adolescencia Estos son: el alcoholismo de alguno o de ambos padres, antecedentes de criminalidad en la familia, presencia de enfermedades psiquiátricas, la separación o el divorcio, de los padres, madres solteras, nivel escolar bajo, desempleo de los padres y la violencia familiar en cualquiera de sus modalidades.
Cuando la violencia ha sido lo suficientemente crónica y extrema las repercusiones de se empieza a manifestar en las aulas escolares ya sea con conductas de aislamiento, agresión hacia sus compañeros (bullying) o maestros o a veces se detecta como bajo rendimiento escolar o fracaso escolar y sale a la luz, la consabida frase “estos casos representan tan sólo la punta del iceberg de la violencia familiar”. Una frase que parece implicar, o que invita a pensar, que casi nadie ve, ni sabe, ni oye, ni tiene sospecha alguna sobre miles de casos de adolescentes hombres y mujeres que viven violencia familiar, razón por la cual la problemática del adolescente que conocemos solo es la punta del iceberg.
Desde la perspectiva de un niño, o adolescente el maltrato recibido de sus padres o cuidadores constituye un tipo de violencia directa, mientras que el ser testigo de la violencia entre sus padres conforma un tipo de violencia indirecta y que tiene secuelas importantes, esto sugiere que la violencia doméstica produce secuelas nocivas que alcanzan todos los niveles de la secuencia familia-persona-escuela. Además de los problemas que sufren en su entorno familiar los niños, niñas y adolescentes se le añaden los problemas que –pueden llegar a tener-, en el entorno escolar. Se necesita una sensibilidad especial por parte del profesorado hacia estas niñas y niños y un buen conocimiento de cuáles son sus necesidades concretas y la mejor manera de satisfacerlas. Estos desajustes se traducen en problemas de rendimiento académico, ausentismo escolar, falta de motivación, atención y concentración. Hechos todos ellos unidos a la escasez de habilidades sociales para interactuar tanto con adultos como con iguales les convierte en “dobles víctimas”. Si la escuela no es sensible a estas situaciones éstas problemáticas de la niñez se agudiza en la adolescencia y encontramos, reacciones ante la visualización o vivencia de Violencia Familiar como: apartarse emocionalmente de su familia y/o sus amigos, volverse agresivos o enojados, sentirse deprimido o deprimida, engancharse en conductas riesgosas como la experimentación sexual o el uso de drogas. Tener problemas de alimentación o sueño y preocuparse o sentirse culpables acerca de los efectos financieros de la separación de los padres.
Salud mental
Ser adolescente es difícil. Te sentirás estresado por tratar de ser agradable, desempeñarte bien en la escuela, llevarte bien con la familia y tomar decisiones importantes. La mayoría de estas presiones son inevitables y preocuparte por ellas es normal. Sin embargo, sentirte muy triste, desesperanzado o sin valor alguno puede ser un signo de advertencia de un problema de salud mental.
Los problemas de salud mental son reales, dolorosos y, algunas veces, graves. Es posible que necesites ayuda si presentas los signos mencionados anteriormente o si:
Te sientes frecuentemente molesto o muy preocupado
Sufres por mucho tiempo después de una pérdida o una muerte
Piensas que alguien o algo controla tu mente o que tu mente está fuera de control
Consumes alcohol o drogas
Te ejercitas obsesivamente, haces dietas y/o comes en exceso
Lastimas a otras personas o destruyes la propiedad ajena
Haces cosas imprudentes que podrían lastimarte o lastimar a los demás
Los problemas de salud mental pueden tratarse. Para obtener ayuda, habla con tus padres, el consejero escolar o un profesional de la salud. La adolescencia tampoco es una época fácil para los padres de familia. A medida que los niños atraviesan las tantas transiciones turbulentas de la adolescencia (física, emocional, hormonal, sexual, social, intelectual), la presión y los problemas que enfrentan pueden ser abrumadores. Para muchos adolescentes, estas y otras presiones pueden conllevar un problema de salud mental o más de una gran variedad de trastornos de la salud mental; todos son temas de preocupación y algunos hasta representan un peligro para la vida.
Afectividad agresiva
El adolescente vive una difícil "postura existencial". Ello puede ayudar a comprender las "inestabilidades" y "vaivenes" emocionales a los que se ve sometido y que suele expresar en su conducta. El adolescente suele tener una afectividad muy rica pero inestable; extremista en sus estados de ánimo (grandes alegrías y grandes tristezas) como si también en esto -como ocurre en el mundo intelectual- "quisiera probar de todo" y "a tope".
En efecto, vive todo de forma comprometida: se mete hasta el fondo. Es capaz de grandes depresiones o entusiasmos "irreflexivos". "Son capaces de lo mejor y de lo peor"...
A veces, se muestran irreflexivos, se angustian, o les entra el pánico y "salen con bobadas" de lo más pueriles. Por eso, su conducta resulta "rara" y muchas veces "desconcertante". Podemos plantearnos el "porqué" de todo esto:
Les provoca angustia: La angustia es uno de los fenómenos más frecuentes en el adolescente. Esta angustia a veces se expresa en forma de miedos, o de sentimientos de extrañeza, o en "nostalgias" (el adolescente que durante la noche se imagina que "sus padres no son sus padres", "que se mueren y él se queda solo"... etc.).
Otras veces se elabora en forma de rebeldía, de "depresiones", de soledad... etc.
Junto a la angustia, e inseparable de ella, surge la inseguridad. El adolescente se nota incierto ante sí y ante lo que le rodea, por eso es ambivalente frente a la mayoría de las cosas.
La inseguridad y la angustia, unidas a su capacidad de conceptualización, conducen al adolescente a un "meterse en sí mismo". Se vuelve introvertido y se plantea una serie de cuestiones acerca de él mismo: ¿Quién soy yo?, ¿qué quiero?, ¿a dónde voy? No le resulta fácil contestarse: no se comprende a sí mismo y por eso piensa que los demás tampoco le comprenden. Esto le desanima, duda de sí, se siente inseguro... y todo ello contribuye a que se aísle (se "encierra en su habitación"... etc.).
La fantasía (el "soñar despierto" imaginándose grandes, queridos, admirados...).
La sublimación (eleva el móvil de sus acciones al no saber cómo enfrentarse con situaciones concretas y al alcance de sus manos: Es esta la época de las "vocaciones misioneras", del amor a la humanidad, del pensar en un mundo limpio y justo, de los "idealismos"...).
La intelectualización (el "tener una razón" y "perderse en divagaciones y explicaciones" para todo).
El ascetismo (el deseo de "poder" al cuerpo y así sentirse "controladores" de lo que les desconcierta). El deporte, la naturaleza, etc., cobran un nuevo sentido "finalista" a esta edad, ya no se practica sólo "por pasarlo bien".
Sexualidad
El adolescente es una personita en la que predomina la acción sobre el pensamiento, lo quiere probar todo y se siente absolutamente libre y desafiante. El grupo lo atrae como un imán. Piensa, siente y actúa en función del grupo. Es la edad en la que más propensos estamos a que pasen cosas irreversibles. En el varón el riesgo mayor está puesto sobre su propia vida. En la mujer el mayor riesgo está en la posibilidad de un embarazo. El adolescente pasa por tres períodos: el primero de ellos, el puberal, tiene como centro el descubrimiento de la actividad masturbadora y hay tendencia a la ambivalencia hacia el otro sexo: atracción o rechazo y temor. Va de los 11 a los 13 años y las posibilidades de embarazo son menores que en el segundo período que es el nuclear. El tercero se conoce como juvenil y va desde los 18 hasta los 85 años. En el período de la adolescencia nuclear, que comienza a los 14 años, aparece la atracción hacia el otro sexo con una dosis de concentración sobre si mismo y de afecto por el exhibicionismo. Prima la necesidad de fabricar un escenario donde pueda ser observado y lo importante es el logro de una hazaña. Si le agregamos a esto que los muchachos y las muchachas buscan hacerse daño mutuamente, será difícil una relación armónica y amorosa entre ellos. Además, no hay que olvidar que las relaciones a esta edad son enormemente inestables, dura más un bizcocho en la puerta de una escuela que un noviazgo. Es la época del uso sexual de la niña para hablar mal de ella, algo que las jovencitas aprenden tarde, con frecuencia a golpes. Luego de haber padecido el escarnio público se percatan de que todo se comparte y que a esta edad no hay intimidad. En el caso de un embarazo las jóvenes quedan convertidas en un objeto sexual del cual los muchachos creen pueden abusar fácilmente.
En este período la experiencia sexual deja un sabor muy amargo de algo rápido e insatisfactorio en el muchacho y de denigración y rechazo en la mujercita. En el varón es más la alharaca de hablar de coito que lo que se goza, como las gallinas cuando ponen un huevo: es más el escándalo que arman que el tamaño del huevo. Los muchachos deben aprender que todo tiene su tiempo y su lugar. Que la época antes de los 18 años no es para el ejercicio de la sexualidad. Que no se está preparado y que el riesgo es muy grande. Sin embargo, la verdad es que la tendencia a las prácticas sexuales a estas edades existe y debemos afrontarla. En este caso no nos queda más que enseñarles la anticoncepción y concientizarlos del peligro de un embarazo.
Los adolescentes no están preparados para tener un hijo. Esta es quizás la condición más exquisita de la adultez. Ser padres requiere de un aprendizaje duro de la vida. Debería ser enseñado en las universidades, las cuales, desafortunadamente, solo informan, olvidándose de su enorme compromiso educativo dirigido a los adolescentes juveniles.
Al no estar la adolescente nuclear preparada síquicamente para recibir el niño, el riesgo se traslada a los padres quienes necesariamente asumen el nieto como hijo. Si estamos en esta encrucijada, solo nos toca llenarnos de valor, de sensatez, de madurez y de amor para poder vivir la felicidad del advenimiento de un nuevo bebé. Esto, sin embargo, no viene solo. Hay que estar claros sobre el manejo de los problemas legales. Si la niña no está en condición de asumir el bebé y los padres lo van a criar, deben ser conscientes del riesgo de que en poco tiempo pueden ser despojados de una criaturita que les hace la vida completa. Si esto se despeja desde el principio, se ahorrarán dolores innecesarios. Aun cuando las campañas educativas deben estar dirigidas hacia la abstinencia y hacia las actividades distractoras de grupo (como el deporte, el teatro y los grupos musicales), que protejan de una sexualidad inmadura y de altísimo riesgo, también es cierto que hay culturas que aceptan complacientes la entrada a la sexualidad heterosexual de los adolescentes juveniles.
Es frecuente ver en estos países como los muchachos al entrar a la universidad comienzan a tener sexualidad activa con sus parejitas de enamorados, con la anuencia de los padres y en sus propias casas, compartiendo con ellos un entrenamiento de pareja que los afianza en la fidelidad y en una sexualidad no promiscua y peligrosa. Es un modelo que aún no ha llegado a nuestra comunidad, pero debemos estar preparados para enfrentarlo.
Tomado de: http://www.codajic.org/sites/www.codajic.org/files/El%20iceberg%20de%20la%20violencia%20familar.pdf